Geoingenieros reciclan políticos caducos para avanzar su agenda

Por Silvia Ribeiro

Aprovechando la gravedad de la crisis climática, hay una agresiva ola de parte de empresas, algunos académicos y gobiernos, para avanzar técnicas de geoingeniería (manipulación intencional del clima). Son propuestas tecnológicas para remover carbono de la atmósfera una vez emitido o para tapar parte de los rayos solares, en el intento de bajar la temperatura global. Proponer estas tecnologías es sumamente útil para no hacer nada ahora, justificando seguir con las emisiones que causan el caos climático con la promesa de que en el futuro se resolverá con tecnología. Abren también nuevas fuentes de negocios, por ejemplo para la industria petrolera y otras causantes del desastre. Son tecnologías mayormente especulativas, no existen o no hay ninguna evidencia de que funcionen a la escala requerida.

Abonando al mayor cinismo imaginable, un grupo de conocidos promotores de la geoingeniería – algunos comprometidos directamente con experimentos rechazados por pueblos indígenas – anunció este mes la creación de una “comisión internacional” de personajes políticos, en el cual incluyen entre otros al ex presidente de México Felipe Calderón y otras figuras igualmente torvas, como Agnes Kalibata, presidenta de la Alianza por Revolución Verde en África y Pascal Lamy, ex director de la Organización Mundial de Comercio. Además de otros ex ministros y ex presidentes jubilados, que en muchos casos, al igual que los nombrados, han contribuido a empeorar el cambio climático y la desigualdad con sus políticas y acciones.

La propuesta de este grupo de promotores de la geoingeniería es que esa Comisión que ellos inventaron y designaron, sin ningún mandato ni responsabilidad ante nadie, elabore y haga propuestas ante Naciones Unidas sobre la geoingeniería y su gobernanza.

Manipular el clima a gran escala, necesariamente tendría muchos impactos negativos, incluso podría desequilibrar aún más el clima global. Hasta quienes proponen estas tecnologías reconocen que habrá lo que llaman “ganadores y perdedores”, es decir, algunas regiones se beneficiarían con un mejor clima, mientras que otras estarían peor que antes. Por ejemplo, si se despliega la inyección de aerosoles gran escala sobre el polo Norte (imitando nubes volcánicas), esta forma de geoingeniería solar podría provocar tal desequilibrio climático en otras regiones que según modelos de computación pondrían en riesgo las fuentes de agua y alimentación de hasta dos mil millones de personas creando disrupción de monzones y sequías en Asia y África.

Quién controle las técnicas, sus patentes, su infraestructura, tendrá más poder que podría ejercer contra otras regiones, por lo que genera un nuevo factor en el equilibrio del terror geopolítico global, como sucede ahora con las armas nucleares y otras. ¿Quién decide sobre el termostato global? ¿Quién decide qué regiones sufrirán aun más impactos climáticos por el supuesto beneficio en otras?

A partir de una iniciativa lanzada a principios de 2022, más de 320 científicas y científicos de alto nivel y de muchas disciplinas y países están haciendo un llamado global a firmar un tratado internacional de no uso de la geoingeniería solar (https://www.solargeoeng.org/).

Luego de analizar los impactos potenciales y el consenso global que sería necesario para gobernar o regular la geoingeniería solar (que requeriría permanencia estable de muchas décadas o hasta siglos), llegaron a la conclusión que esto es imposible, y que desplegar la geoingeniería solar conlleva riesgos demasiados altos y solo abonaría a fortalecer la inequidad global sin solucionar el tema del cambio climático.

En el extremo contrario a este llamado precautorio está justamente el grupo auto-nombrado de proponentes de la geoingeniería que “designó” esta nueva comisión internacional.

Entre los integrantes de ese grupo están por ejemplo David Keith, creador del proyecto de geoingeniería solar SCoPEx rechazado por el pueblo Saami en Suecia y anteriormente otros pueblos indígenas en Estados Unidos. Keith es financiado por Bill Gates, que junto a otros multimillonarios también creó el Programa de investigación en Geoingeniería Solar de la Universidad de Harvard. Además es fundador y accionista de la empresa de remoción de carbono Carbon Engineering, donde además de Bill Gates, logró que invirtieran las petroleras Chevron y Occidental, entre otras. El secretario ejecutivo de la nueva Comisión Jesse Reynolds, colabora con Keith en su programa de geoenginiería de Harvard y es un activo promotor de la misma.

También integra ese grupito Janos Pasztor, director ejecutivo de la ONG “Carnegie Climate Governance Initiative” abreviada C2G. Es una ONG que se presenta como “imparcial” ante la geoingeniería, pero que a la vista de su trayectoria y publicaciones queda claro que trabaja activamente para justificar el avance de la geoingeniería, le abre múltiples espacios y da la palabra a los que la proponen. Ocasionalmente invita alguna voz crítica, siempre en muy marcada minoría, no para escuchar las preocupaciones o argumentos críticos, sino para justificar su alegato de supuesta imparcialidad. Antes de que se formara esta ONG hace pocos años, los geoingenieros estaban aislados de la comunidad internacional, que mayoritariamente mira estas propuestas con sensata desconfianza y sentido de precaución. Gracias a la intermediación de esta ONG, así como a los fondos que aporta para reuniones, estudios y publicaciones en el mismo sentido, logró que los geoingenieros se conectaran con las negociaciones y la esfera política internacional, para promover sus peligrosas propuestas de manipulación climática.

El informe más reciente del Panel intergubernamental de Expertos sobre cambio Climático (IPCC, Abril 2022, Grupo 3 sobre mitigación) es muy claro en dos cosas fundamentales: la primera es que no hay salida del caos climático sin reducir drásticamente e ir a la terminación de los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). La segunda es que por primera vez analizan los patrones de consumo que producen emisiones: el 10 por ciento de la población global con mayor consumo y más emisiones de carbono es responsable de hasta 45 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, mientras que el 50 por ciento de la población de menor consumo emite menos de 13 por ciento.

Está claro que sin cuestionar y cambiar a fondo ambos factores, cuestionando profundamente la desigualdad, así como las formas de producción y consumo masivo y el modelo de la civilización petrolera, no habrá manera de re-equilibrar el clima.

Las propuestas de geoingeniería, tanto las que dicen ser para remoción de dióxido de carbono como las de geoingeniería solar, no van hacia ello, sino en sentido contrario. Esta nueva comisión de políticos y líderes comerciales y empresariales –muchos de ellos criminales contra el ambiente y los pueblos, como Felipe Calderón, Kalibata y Lamy– es una nueva maniobra para avanzarlas.